A veces me invade el desánimo. Sigo las noticias de los medios, con esa información expertamente dirigida y manipulada que me creo a medias. Observo a mi alrededor, con los ojos del descreído que lo cuestiona todo. Hablo con la gente, con la empatía a flor de piel porque a estas alturas ya no pienso cambiar. Y a veces me invade el desánimo.
Parece que nuestra estupidez no tiene límite y continuamos siendo capaces de lo mejor y lo peor. Leo que Corea del Norte amenaza a EEUU con una acción formidable y devastadora, lo cual viniendo de un país armado hasta los dientes en que la gente pasa hambre es bastante desalentador. Pura propaganda, aviso para navegantes, mensajes en clave interna… Sea lo que sea no deja de ser una muestra mayúscula de estupidez, una estupidez lamentablemente muy poderosa y sin atisbo de escrúpulo alguno. Y por aquí, en nuestro entorno más inmediato, la ineptitud y desvergüenza de nuestros dirigentes es clamorosa. Parece que hayamos retrocedido en el tiempo a la primera mitad del siglo XX. Me dice mi padre que lo que ocurre es tremendo, pero también me dice que los recuerdos que él atesora de la guerra y la posguerra son infinitamente peores. Aunque, añade, sí hay un factor común, entonces y ahora: el miedo, el miedo de la gente, esa angustia callada que lo emponzoña todo.
Esta mañana he salido a pasear con Guix y me he topado con Abdul. No hace mucho que lo conozco pero me parece un tipo decente. Le he preguntado por su mujer, que está embarazada y a punto de dar a luz. Su mujer está estupendamente pero él se ha quedado sin trabajo. Me lo decía en voz baja y con la mirada clavada en el suelo. Me confiesa que Freddie Townsend le ha ofrecido 100 libras al mes de su bolsillo hasta que encuentre trabajo. Townsend es uno de los propietarios que colaboran en el programa “Let’s save Old Waterbridge”. Un grupo de parados, entre los que hay gente de todos los oficios, han decidido ofrecer a los propietarios de casas abandonadas o viejos locales comerciales cerrados, restaurarlos gratis a cambio de que los pongan en el mercado a precio social para gente necesitada. Abdul ha rehusado las 100 libras, por orgullo, pero ha aceptado una de las casas que Freddie le ha ofrecido sin cobrarle ni un penique de alquiler. Aquí a veces las cosas funcionan así.
He continuado mi paseo por las afueras, hasta casi llegar a Chalkwood. En el trayecto me he encontrado con caras conocidas de gentes del pueblo a las que no conozco pero que saludo por cortesía. Los pequeños huertos en los márgenes del río mostraban hoy una gran actividad. He decidido regresar a casa para no alejarme demasiado en previsión de una lluvia inesperada.
A veces me invade el desánimo. Cuando eso ocurre pienso en personas como Abdul, como George Bailey*, como Freddie Townsend. Cuando me invade el desánimo pienso en lo que hemos construido aquí, en Alfriston Cottage. Entonces me convenzo sin esfuerzo de que hay que seguir adelante y que las cosas seguro que mejorarán algún día, a pesar de todo.
*George Bailey es el nombre del inolvidable personaje que interpreta James Stewart en It's a wonderful life (Qué bello es vivir), película de Frank Capra de 1946.
Parece que nuestra estupidez no tiene límite y continuamos siendo capaces de lo mejor y lo peor. Leo que Corea del Norte amenaza a EEUU con una acción formidable y devastadora, lo cual viniendo de un país armado hasta los dientes en que la gente pasa hambre es bastante desalentador. Pura propaganda, aviso para navegantes, mensajes en clave interna… Sea lo que sea no deja de ser una muestra mayúscula de estupidez, una estupidez lamentablemente muy poderosa y sin atisbo de escrúpulo alguno. Y por aquí, en nuestro entorno más inmediato, la ineptitud y desvergüenza de nuestros dirigentes es clamorosa. Parece que hayamos retrocedido en el tiempo a la primera mitad del siglo XX. Me dice mi padre que lo que ocurre es tremendo, pero también me dice que los recuerdos que él atesora de la guerra y la posguerra son infinitamente peores. Aunque, añade, sí hay un factor común, entonces y ahora: el miedo, el miedo de la gente, esa angustia callada que lo emponzoña todo.
Esta mañana he salido a pasear con Guix y me he topado con Abdul. No hace mucho que lo conozco pero me parece un tipo decente. Le he preguntado por su mujer, que está embarazada y a punto de dar a luz. Su mujer está estupendamente pero él se ha quedado sin trabajo. Me lo decía en voz baja y con la mirada clavada en el suelo. Me confiesa que Freddie Townsend le ha ofrecido 100 libras al mes de su bolsillo hasta que encuentre trabajo. Townsend es uno de los propietarios que colaboran en el programa “Let’s save Old Waterbridge”. Un grupo de parados, entre los que hay gente de todos los oficios, han decidido ofrecer a los propietarios de casas abandonadas o viejos locales comerciales cerrados, restaurarlos gratis a cambio de que los pongan en el mercado a precio social para gente necesitada. Abdul ha rehusado las 100 libras, por orgullo, pero ha aceptado una de las casas que Freddie le ha ofrecido sin cobrarle ni un penique de alquiler. Aquí a veces las cosas funcionan así.
He continuado mi paseo por las afueras, hasta casi llegar a Chalkwood. En el trayecto me he encontrado con caras conocidas de gentes del pueblo a las que no conozco pero que saludo por cortesía. Los pequeños huertos en los márgenes del río mostraban hoy una gran actividad. He decidido regresar a casa para no alejarme demasiado en previsión de una lluvia inesperada.
A veces me invade el desánimo. Cuando eso ocurre pienso en personas como Abdul, como George Bailey*, como Freddie Townsend. Cuando me invade el desánimo pienso en lo que hemos construido aquí, en Alfriston Cottage. Entonces me convenzo sin esfuerzo de que hay que seguir adelante y que las cosas seguro que mejorarán algún día, a pesar de todo.
*George Bailey es el nombre del inolvidable personaje que interpreta James Stewart en It's a wonderful life (Qué bello es vivir), película de Frank Capra de 1946.
Sí, s'ha de ser positiu. Segur que les coses canviaran a millor! Pel bé de tots!
ResponEliminaEstoy de acuerdo contigo. Pero también pienso que nadie nos regalará nada y que algo tendremos que hacer todos y cada uno de nosotros. Moltes gràcies pel teu comentari.
Elimina-Andy-
Tal i com estan les coses, tots tenim moments de desànim. Però per sort, hi ha motius d'alegria que ens animen a continuar endavant!
ResponEliminaHasta hace no mucho me declaraba como "optimista antropológico". Ahora mismo sería un "nihilista esperanzado",sector moderado. Saludos.
Elimina-Andy-
Jo hi poso molt d'optimisme, aquest és el millor antídud, i així faig més feliç als que em rodegen. Parlar per parlar no soluciona res, o sigui que cadascú hi haurà de posar el seu petit gra de sorra. Tens tota la raó.
ResponEliminaSalut!