Hoy me ha despertado el rumor de
la lluvia.
Faltaban unos minutos para las ocho y he decidido saltar de la cama.
La casa estaba tranquila y todos dormían. Desde la ventana de la cocina he visto cómo la
lluvia caía mansamente. Ni siquiera Guix ha hecho el menor gesto. Así que he leído
las noticias, he desayunado, me he puesto el anorak y me he echado a la calle
con mi cámara Nikon por si acaso.
Las calles estaban aún dormidas y
apenas he visto a nadie. Pasear así, bajo la lluvia, es uno de esos pequeños
placeres que conservo de chico. En días como éste me gusta poderme escapar y deambular
sin prisas. Bajo la lluvia todo parece distinto, como si de pronto estuvieses en
otro lugar. He tomado algunas fotos.
He mirado el reloj e
instintivamente he encaminado mis pasos de vuelta a casa. Al entrar me ha
llegado el calor tibio del cottage. Guix ha abierto los ojos, ha bostezado y ha
comenzado a desperezarse. Se ha terminado el encantamiento y comienza el día.
No creo que hoy podamos trabajar
en el patio de atrás. Parece que la lluvia no marchará hasta mañana.
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