La mañana arrancaba nublada pero
tranquila en Waterbridge. Enseguida las noticias determinaron amargarme el carácter y el día –sin
conseguirlo, todo hay que decirlo- preparándome una combinación proteínica a
base de prima de riesgo salida de madre, los nuevos recortes en Catalunya, la
borrachera/cuelgue del PSOE, el 15M que se nos desinfla, la inquietante bomba
griega, la estupidez de algunos de nuestros gobernantes de aquí y de allá, el desparpajo
marbellí del presidente del Tribunal Supremo y cuatro o cinco noticias de esas de
letra pequeña trufadas de gore. Estas líneas no tienen sentido por sí mismas.
Quiero decir que el desastre descrito en las líneas anteriores se ha convertido
en nuestro desastre cotidiano, en esa “Tercera Guerra Mundial” sin tanques, ni aviones,
ni fusiles, ni misiles con que nos
desayunamos, almorzamos y cenamos. Nuestro infierno en prosa, en esa prosa ácida
que destilan los medios de comunicación pero sobre todo las oficinas del INEM,
no sabemos si tiene arreglo. El tiempo pasará su factura y ya nos dirá si la
cosa termina funcionando o no. De momento tengo las esperanzas bastante
menguadas, por no decir “en reserva”, como el depósito de mi coche.
Casi prefiero hablar de poesía.
Casi prefiero hablar de Carlos Fuentes, que se nos ha ido sin avisar. Eva
me dice que intente ser positivo y que una necrológica no es precisamente la
mejor manera. Y yo le digo que siento la marcha del maestro mejicano porque se
va uno de los buenos. Un tipo amable, elegante, sabio, excelente escritor. Un
tipo decente y sobre todo con un enorme talento. Todos debemos sentirnos más
tristes, más solos, un poco más huérfanos sin él. Pero ante todo debemos
agradecerle a Carlos que supiera volcar su vida y sus esfuerzos en dejarnos ese
puñado de libros maravillosos que nos hacen más felices y mejores personas. El
mejor recuerdo, el mayor homenaje que podemos dedicarle quienes le admiramos es
volver a leer sus libros y recuperar su palabra. De esa manera Carlos seguirá
con nosotros, que es lo que deseamos.
Gracias, Carlos.
La voluntad y la fortuna (fragmento)
ResponEliminaCarlos Fuentes.
De noche, el mar y el cielo son uno solo y hasta la tierra se confunde con la oscura inmensidad que lo envuelve todo. No hay resquicios. No hay cortes. No hay separaciones. La noche es la mejor representación de la infinitud del universo. Nos hace creer que nada tiene principio ni fin. Sobre todo si (como esta noche) no hay estrellas...
Gracias por el regalo, Manel. No conocía este texto. Un abrazo.
EliminaCada cop que se'ns va un cap pensant amb el que hem passat bones estones llegint ens quedem més orfes...i és que la situació actual no ens permet il·lusionar-nos amb res. Ens queden els bons llibres, les bones pel·lícules, el bon menjar, els bons amics, els que estimem i poquetes coses més.
ResponEliminaNani
Hola, Nani. Estoy de acuerdo contigo. Lo que está ocurriendo es tan terrible... Creo que muchas personas se han visto obligadas a cambiar su escala de valores, sí o sí. En nuestro caso surgió de una manera espontánea, coincidiendo con nuestra llegada al Cottage. Intentar sacarle partido a los pequeños placeres puede ser una buena forma de comenzar. Ejem, la lista que detallas no está nada mal. Para llevársela a una isla desierta, vaya. Eso sí, si no tienes una isla desierta a la que escapar... siempre nos quedará Londres. Gracias por tu tiempo y por la lectura del texto. Hasta pronto.
Elimina-Andy-
Buenos días para los dos. Desde aquí comparto la pérdida de Carlos Fuentes. Me lo recomendaron en México, estando en Oaxaca, y la experiencia de leer El Espejo Enterrado en suelo mexicano fué única. Ánimo. Nos quedan sus libros, que nunca se irán.
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