Nos habían convocado prácticamente de un día
para otro. Se suponía que el motivo de esa reunión era hacer balance de cómo
habían resultado las celebraciones de una semana atrás. Hasta aquí todo normal.
Por eso nos quedamos con la cara boba al entrar en el local y encontrarnos cara
a cara con George Wade, Mary Buffer y Martin Artless, pesos pesados de la política
local. Gente educada, agradable y sin escrúpulos. Personas encantadoras capaces
de venderte a sus madres a precio razonable sin que les temblase el pulso. Nos
recibió con una sonrisa muy guasona el gruñón
de Tim Holloway, más Ernest Borgnine que nunca. Enseguida llegaron Willy
"Gibson" Wallace y Louise Parsons, los otros miembros de la junta.
La reunión con nuestros políticos preferidos resultó
mitad decepcionante, mitad absurda, aunque muy entretenida. Mi esposa se dio nada
más llegar el pequeño placer de recordarle a George Wade que la situación de
penuria en que se encuentran las finanzas de Waterbridge es culpa de políticas
de derroche y propaganda. O sea, su política. A Wade, tieso y engominado tras
sus enormes gafas de pasta, no le gusta que le metan el dedo en el ojo y
menos aún que ese dedo sea el de una mujer. Wade pertenece al típico perfil del
listillo, machista y mediocre. No ha trabajado en su vida y está en política
desde que acabó los estudios, siempre bajo la protección de Shitmore. Hizo una
boda estupenda con Linda Basehart y ya tiene con ella dos niños rubitos, un perro, dos gastos
siameses y un precioso cottage a las afueras. Mi esposa lo conoce desde hace
años y siempre lo ha tenido por un tipo muy espeso. Idiota pero hábil, vamos.
Suponemos que debe responder a la figura del tonto útil que tanto se da en las
esferas de la política.
Holloway entró con la directa puesta y el pie en
el acelerador. Hace tiempo que Tim le tiene el ojo echado a un terreno cercado
y abandonado junto al río, a unos centenares de metros de donde tenemos el
local. Ese terreno es propiedad de Freddie Townsend. Tim propone que el
Ayuntamiento se haga cargo del mantenimiento de ese terreno para que los
chavales puedan jugar a fútbol. Con permiso de Townsend, claro.
La respuesta de Wade fue la que se podía esperar
de alguien como él. Comenzó a hablar y al cabo de cinco minutos de retórica engolada
y hueca Mrs. Parsons se levantó de golpe de su silla y preguntó con una jovial sonrisa
de fumadora: "¿A alguien le apetece
un té?". Era la forma más educada que conozco de decirle a Wade que
era un capullo y que estábamos esperando propuestas concretas. Parsons en
estado puro.
Willy era menos educado -y también menos cínico
que Louise Parsons- y no se anduvo por las ramas. Preguntó a aquellos tres
servidores públicos qué podían hacer, si estaban dispuestos a tratar el asunto
en el próximo pleno y qué coste tendría la broma. Antes de que Mary Buffer
abriese la boca, Willy comenzó a elucubrar con la posibilidad de hablar directamente
con Townsend y explicarle el proyecto para tratar de implicarlo en algo que va
más allá y que tiene como objetivo… blablabla, etc. Eva y yo nos mirábamos
divertidos viendo cómo aquellos tres imbéciles iban a marcharse con el rabo
entre las piernas y sin apenas haber podido abrir la boca. Un suplicio para un
político, vaya.
Al cabo de quince minutos de charla distendida,
endulzada con unas exquisitas tazas de té y unas deliciosas galletas de
gengibre, el asunto estaba más que liquidado, así que despedimos cordialmente a
nuestros políticos. Y en cuanto se cerró la puerta pasó lo que sabía que
pasaría. Ventajas de ser el guionista.
-No puedo con este gilipollas de Wade –escupió Holloway.
-Si quieres un consejo, amigo mío, no subestimes
a Wade. Cualquier día de estos nos sorprenderá dictando conferencias sobre Management
en alguna escuela pija de negocios. Pero estoy de acuerdo contigo: es un
gilipollas –terminó Louise. Y encendió un cigarrillo.
El resto de la reunión nos dedicamos a
reflexionar en voz alta sobre cómo se habían desarrollado los actos programados
unos días atrás en las fiestas de primavera. Todos coincidimos en que el modelo
necesita una urgente, muy urgente, puesta al día. La media de edad de los
asistentes pasaba de la cincuentena en mucho y lo más moderno que se bailó el sábado
noche fue alguna canción de Tom Jones. Poco alentador, la verdad, por mucho que
me guste Tom Jones. Eso sí, hubo unanimidad en que el servicio de bar funcionó
de maravilla y que los sandwichs de bacon, lechuga, queso, pepinillo y mostaza
de Miss Underwood estaban deliciosos. “Florence siempre ha tenido muy buenas
manos para la cocina. Y un culo estupendo, vaya que sí”, remató Willy Wallace
pasándose su enorme lengua por los labios.
Y cuando ya estábamos a punto de marcharnos la
bruja de Louise Parsons preguntó con una maliciosa sonrisa: “¿Y ya se sabe a
quién le ha dejado la pasta Walter Hudson?”
Los has dejado bien retratados, se reconocerán?
ResponEliminaPetó
Hola, Susana:
EliminaDudo mucho que el auténtico George Wade pierda su tiempo en leer nuestro humilde blog. Es un hombre demasiado ocupado. Pero si algún día lo lee seguro que se reconocería.
Saludos desde Waterbridge.
-Andy-
Por un momento pensé que estaba leyendo a Evelyn Waugh...hasta que se coló Tom Jones! Fantástico!
ResponEliminaUfff...!!!. Evelyn Waugh. Esas son palabras mayores. Dejémoslo en Nick Hornby. Es broma, ya me gustaría parecerme un pelo a ambos. ¿Te quieres creer que conozco en Waterbridge a un pintor de brocha gorda que se llama Charles Ryder?.
ResponEliminaSaludos desde Waterbridge.
-Andy-
Lo creo,lo creo...la vida es sorprendente!
EliminaTras los buenos modales es donde se suelen ocultar los auténticos monstruos de esta enferma sociedad moderna, verdaderos vampiros que viven de absorber la energía de los demás.
ResponEliminaEfectivamente. Todos conocemos un caso u otro.
EliminaSaludos desde el cottage.
-Andy-