Creo que el dicho era algo así
como “el saber os hará libres” o “el conocimiento os hará libres”. Aunque la
frase me remita a tiempos de una izquierda joven e idealista, no ha perdido
sentido ni vigencia. Basta recordar lo que supuso la publicación de la
Enciclopedia Francesa. Ese casi anecdótico apunte en los libros de Historia de
nuestros chicos fue un paso enorme en la difusión del saber científico, que dio
una patada racional y contundente en el culo de la cultura oficial, manipulada,
mentecata, trufada de mentiras, errores y supersticiones de todo calibre. Un
paso enorme, como decía, pero que no estuvo exento de tropiezos y dificultades.
El establishment se resistió, como no podía ser de otro modo. La Iglesia,
especialmente, no lo puso nada fácil, como ha hecho a lo largo de sus dos mil
años de historia. El pobre Diderot lo pasó fatal. Como sabemos al final la cosa
derivó en una revolución que cambió el curso de la Historia, poco más o menos.
Ya sabemos que el poder tiene en
su ADN la tentación natural de querer controlarlo todo, también el conocimiento.
Administrar y dosificar la cultura ayuda a gestionar y controlar las mentes,
apacigua los ánimos y nos condiciona hacia un civilizado conformismo. Administrar
la información también ayuda, de ahí el tradicional compadreo entre empresas de
comunicación y poder político/económico. La gente cabreada y en la calle es una
lata y queda feo, como sabe cualquier aprendiz de político sin necesidad de
sacarse un máster en ESADE.
Lo único que podemos utilizar para
quebrar ese status de perfecto alienado al que parecemos abocados es precisamente
la cultura y la información. Nunca en la historia del hombre el acceso a la
cultura había sido tan fácil e inmediato. Cuestionar, dudar, una mirada crítica
y desconfiada ante todo lo que nos acontece y nos explican, ésa es la clave. Con
esta actitud podremos circular con cierta solvencia, jodidos pero informados.
En estos días se ha estrenado en EEUU
un telefilm de lujo sobre el personaje mediático de Sarah Palin. Evidentemente
no lo he visto porque aún no ha llegado aquí. Pero lo que ponía de manifiesto
el periodista que escribía la crónica que leí era lo que la película explicaba en
toda su crudeza: cómo una persona de pensamiento débil y esquemático –nada
menos que Gobernadora de Alaska, por más señas- logra llegar a hacer ticket con
el bueno de John McCain en la carrera electoral. Esta decisión del Partido
Republicano tuvo mucho que ver con que McCain perdiera las elecciones. Pero
para que esto llegase a ocurrir una legión de publicistas y asesores de
imagen trabajaron durísimo hasta
convertir a Sarah Palin en un fenómeno mediático que desbordaba lo
estrictamente político. La Palin y sus asesores sabían perfectamente a quién
dirigir su discurso simple, directo y ultra. Hay una gran masa de votantes que
responden a ese tipo de estímulos, por lo que son un bocado muy apetitoso para
según qué candidatos. Afortunadamente la excelente labor de los equipos
asesores no fue suficiente para dar la victoria a McCain-Palin.
Puestos a hacer política ficción:
¿podemos imaginar lo que habría sido tener a Sarah como vicepresidenta de EEUU
en la Casa Blanca?. Tal vez en lugar de un telefilme tendríamos una sitcom,
posiblemente, o puestos en lo peor, un largometraje del género catástrofes. Y
ya que hablamos de catástrofes, quien siga con algún interés la campaña del
Partido Republicano para elegir el candidato que debe enfrentarse a Obama podrá
comprobar que el nivel entre los actuales candidatos no ha mejorado desde los tiempos
de la Palin. Eso sí, todos ellos buscan desesperadamente la complicidad –y ya
puestos, el voto, claro- de esa masa ultra que al parecer tanto decide en aquel
enorme país. Recordemos cómo hace unos años se gastaron millones de dólares del
contribuyente para tocarle la moral a Bill Clinton por su affaire con Monica
Lewinsky. Pero los ultras estaban encantados, oiga.
El saber te hace libre pero
también te complica la vida. Que se lo digan a Guillermo de Baskerville, el
protagonista de “El nombre de la rosa”.
Foto de Julianne Moore como Sarah
Palin en la película “Game Change”
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