diumenge, 31 de març del 2013

Gatos bajo la lluvia


Esta época del año es tan imprevisible...
El frío nos deja poco a poco, aunque de tanto en tanto regresa como resistiéndose a marchar del todo. Estas últimas semanas hemos tenido nevadas. Y frío, mucho frío. No podías dar crédito a las imágenes de televisión, pero eran tan auténticas como los peluquines de Uriah Monaghan. Durante unos días era posible encontrar paisajes de postal navideña en pleno mes de Marzo a pocas millas de Waterbridge, aunque la lluvia deshizo la nieve enseguida. Ahora mismo continúa lloviendo. Llueve con esa placidez aburrida de visillos de vainica y libros a medio leer en tardes tranquilas.
Cuando pienso en días así lo asocio indefectiblemente al calor de un buen fuego y a una lluvia mansa tras los cristales. En días como hoy me limito a pensar lo menos posible y me olvido de la BBC News. Hago el esfuerzo de consultar mi correo por disciplina profesional. Pura y obligada pereza que me autoimpongo como un sano ejercicio de desintoxicación. Cada cierto tiempo necesito aislarme, sentir y disfrutar la soledad. Me basta con una mínima actividad: desayunar, pasear con mis perritos, extasiarme con el fuego de la chimenea, comer pan tostado, beber algo de vino, admirar el verde de los prados, ver discurrir el caudal del Shere bajo el puente de Donovan...
Mildred está viendo una película de Hugh Grant. Yo tenía ganas de leer algo de Jane Austen pero al final he optado por Wodehouse. No he pasado de la tercera página. Una dulce somnolencia me ha inducido a un estado de felicidad absoluta durante casi una hora. Se me ha caído el libro del regazo y eso me ha despertado. Recuerdo que soñaba con la imagen encantadora de una pareja de patos posándose con precisión exquisita en las aguas tranquilas de un lago.


Mientras me preparo algo de comer en la cocina, se me ha ocurrido pensar que en  estos momentos el padre Brown debe estar con Mrs. Etell tomando una taza de té o haciendo el amor. Nuestro amado padre Brown es un hombre de una bondad que desborda, pero es también un hombre que ha tenido frecuentes crisis de fe. Somos mucho los que pensamos que David colgará los hábitos para pasar sus últimos años en The Mallows, ocupando una de sus pequeñas y coquetas habitaciones con vistas al río. Nadie se lo va a recriminar, seguro que no. También es muy posible que ahora mismo Freddie Townsend descubra por fin que el bueno de Robert Mullan, su hombre de confianza desde hace más de 15 años, le ha estado aligerando sutilmente las cuentas del banco. Y que el eficaz Mullan descubra, a su vez, que su esposa Holly tiene un affair con el callado Colin Graham, el mecánico de Peterson & Co. Colin, como saben, está casado con Prudence, pero no creo que ella haga ningún ruido con este asunto. Por cierto, que la vieja Mrs. Peterson debe estar ahora luchando ferozmente consigo misma para no echarse al gaznate otro copazo de ginebra, aprovechando que en la salita de al lado Olivia, la asistenta social, está distraída viendo un reality en televisión. ¿No les he hablado nunca de Lionel Jones? Lionel es un voluntarioso poeta local que se gana muy bien la vida haciendo de negro para varias escritoras de novelas románticas de gran éxito. En este preciso instante Lionel está en su despacho  buscando desesperadamente una palabra, tan sólo una, que le permita dar por terminado un poemita que ha dedicado a su esposa Emma, de la que está perdidamente enamorado. Emma, a su vez, está terriblemente angustiada. ¿Por qué? Pues porque su hermano Thomas le ha pedido dinero y necesita hablarlo con Lionel, pero no ve el momento de hacerlo. Sabe que Lionel no soporta a Thomas, un perdedor estúpido y ludópata que reaparece en sus vidas cada vez que se queda sin blanca, lo cual ocurre con demasiada frecuencia. Y pienso, con un escalofrío en la espalda, en la suerte que tiene el imbécil de Thomas de que yo no sea ni su hemano ni su cuñado. Para según qué cosas no tengo ni la paciencia ni la bondad de Lionel y Emma Jones.
Vaya, creo que debería disculparme por mi exceso de frivolidad. A veces hablo demasiado. Es posible que no les interesen en absoluto mis aburridas reflexiones. Tal vez haya dejado volar demasiado mi imaginación y nada de todo lo que acabo de decirles sea cierto, lo cual tampoco sería ningún drama, ¿no creen? Les ruego sean condescendientes conmigo y disculpen las bromas juguetonas de una imaginación ociosa.
Dentro de unas semanas he de visitar Florencia, una ciudad que adoro. Me han encargado que quite de enmedio a una bibliotecaria que trabaja para la mafia rusa. Lo cierto es que me da muchísima pereza ir, pero es un compromiso y no he podido negarme. Además, está muy bien pagado. Aprovecharé para hacer algo de turismo. Cuando regrese ya habrán florecido los rosales y la primavera será una bendición de aromas y colores. Ni que decir tiene que Waterbridge está precioso en esta época del año.
Lo reconozco, en el fondo soy un sentimental.


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